sábado, 22 de septiembre de 2007

Educar... hacer feliz

“Continuar caracterizando la evaluación como un proceso continuo, dinámico, flexible, reflexivo e inherente a todo aprendizaje, constituye un riesgo extremo, pues las condiciones actuales en que se realiza el proceso docente no permiten cumplir con estas propiedades del proceso evaluativo...”

Esta afirmación del señor Ahumada Acevedo refleja con claridad lo que quiere dar a conocer por medio de ambos capítulos estudiados: el hecho de que en Chile, y en la educación latinoamericana en general la práctica pedagógica esté retrasada con respecto a la teoría y a los nuevos enfoques dados al proceso de enseñanza-aprendizaje, y en este caso a la evaluación como un proceso inherente y enlazado importantemente al primero, condición que aún no se ha podido “enraizar” en el mundo educativo de hoy.

La tesis general del autor en los capítulos 2 y 3 de su libro “Hacia una evaluación autentica del aprendizaje” es que los agentes que interactúan en el mundo educativo actual, ya sean estos profesores, alumnos y autoridades, están conciente o inconscientemente “desfasados” en sus prácticas con respecto al nuevo enfoque de aprendizaje, y por ende de evaluación que se quiere instaurar, enfoque que está tan en boga entre los especialistas de los últimos años: la evaluación y el aprendizaje “autentico”.

Concuerdo con éste en el sentido de que la educación en Latinoamérica esta siendo, o mejor dicho, quedando, cada día mas obsoleta; obsoleta en el sentido de que no se está haciendo cargo de las transformaciones, cambios y nuevos problemas del contexto en el que se desarrollan los estudiantes. Creo que la nueva educación, con su evaluación autentica, si lo hace en algunas de sus formas. Por ejemplo, en el punto referido a donde se sitúa el aprendizaje sosteniendo que los contextos son muy importantes para llevarlo a cabo en su proceso y también en su final, con carácter formativo y sumativo, respectivamente.

La evaluación autentica del aprendizaje es una alternativa innovadora en relación a las que he conocido a lo largo de mis años de estudiante, pero creo que debemos tenerla e implementarla con sumo cuidado, si es que se desea implementar por los diferentes actores del proceso.

Esto, porque para llevar a cabo una práctica como la que está en discusión, se tienen que dar todas las instancias y las condiciones necesarias para ello, partiendo desde la base del sistema educativo, que creo, son padres, profesores y estudiantes. Son estos quienes tienen la obligación y el derecho de informarse y hacerse participes de forma activa en los cambios que conllevarían el modelo de evaluación autentica del aprendizaje, el que dicho sea de paso, de implementarse, debe ir acompañado de un cambio de mentalidad y de hábitos en todas las formas y los niveles en que se desarrolla el proceso educativo en Chile y en Latinoamérica, además de los mismos cambios en las personas encargadas de implementarlos.

Otro punto que me parece muy destacable que se enfatiza en las líneas del autor es que el cambio de un modelo tradicional de evaluación a uno llamado autentico, innovador, debe ser paulatino, y debe unir conceptos y prácticas positivas de ambos modelos.
Por ejemplo, el modelo tradicional de evaluación tiene un sinnúmero de deficiencias en su teoría y también en su “modo de hacer”, pero el señor Ahumada Acevedo sostiene que “hay principios que deben mantenerse no importando las concepciones educativas que se quisieran incorporar”, como la continuidad y permanencia de la evaluación o el carácter retroalimentador del proceso evaluativo.

Visto de esta forma, es muy valorable que los nuevos autores, o mejor dicho los autores que proponen nuevas teorías para la educación, consideren y hagan válidas algunos de los puntos que pertenecen a los modelos antiguos de educación, no importando si éstos tienen influencias conductistas, positivistas o constructivistas.

Lo importante es hacer que estas influencias conjuguen, se aúnen para hacer que la educación como marco “globalizador”, llegue a formar personas mejores, o sino, personas felices con lo que son, con lo que tienen, o por como fueron formados. Pero personas felices en forma conciente.